El atractivo conde de Denway es un famoso juerguista. Durante una borrachera con sus amigos, acaban en un cementerio de un pueblecito de las afueras, provocándose sustos unos a otros. Es una noche inquietante, todo lo ilumina una gran luna llena, y la niebla se desliza silenciosa, fría y húmeda entre las lápidas.

De pronto, se oye campanilla. Denway y su grupo buscan el origen y se topan con una tumba reciente provista de un artilugio -muy habitual en la época- con campana, para el caso de que el difunto no estuviera realmente muerto. En ella puede leerse: «Janet Carter, amada hija».

Denway se queda mirando la tumba. El sonido de la campana le estremece el corazón. ¿Quién habría sido Janet Carter, quién era? ¿Estaba viva? ¿Janet sigue luchando?

Janet Carter ha vivido una experiencia inquietante. No recuerda lo que pasó, pero estaba en el granero, oyó el sonido de las puertas y, luego, oscuridad hasta despertar y encontrarse enterrada viva en más oscuridad. Por suerte, sus gritos y golpes tuvieron respuesta y un hombre guapísimo apartó la tapa del ataúd en el que estaba atrapada.

Janet sabe que jamás podrá olvidarle, que esa oscuridad y esa campana le entregaron su corazón. Pero es un caballero que pertenece a un mundo muy distinto al suyo. En circunstancias normales, jamás hubieran llegado a conocerse y lo lógico es suponer que ya no volverán a verse.