«Necesito un poco de paz en mi vida», fue lo que pensó Patricia aquella mañana en el trabajo. Así que cogió lo primero que pilló del armario, se subió al coche y condujo hasta donde dio de sí la gasolina. Jamás pensó que aquel viaje loco cambiaría la vida de Layla, su mejor amiga, y la suya.
Layla creyó morir cuando hizo aquella llamada y tuvo que salir corriendo hacia la clínica más prestigiosa de la ciudad. No podía imaginar que allí encontraría algo —o alguien— que pondría su existencia patas arriba.
Raimundo necesitaba descansar, y en su pueblo como en ningún sitio, pero una señorita maleducada y pretenciosa le dio el fin de semana.
David no entendía qué estaba pasando. La mujer que había amado toda su vida, su primer y único amor, lo trataba como si nunca se hubieran visto.
Un viaje a ningún sitio, un inoportuno traspiés, una mentira, varias situaciones absurdas, una pizca de cabezonería —vale, bastante— y algunos toques de humor harán de Dos mozas de ciudad para dos señoritos de pueblo una historia inolvidable