A los 8 años su padre le dijo que se despidiera de sus amigos y de su perro; que algún día se daría cuenta de que todo fue por su bien y que las burlas en el colegio nuevo al grito de «extranjero» no habían sido para tanto.

Con la adolescencia, su cara y su corazón se revolucionaron por el acné, la ciencia-ficción, la poesía, los juegos de rol, los colegas, las chicas y esa melancólica certeza de saber que, mientras viviera bajo su techo, los sueños nunca dejarían de serlo.

Y cuando no pudo esperar más, se lanzó a comerse el mundo: encuestador, camarero, vendedor de teléfonos móviles, camello —«solo es maría», se justificaba—, monitor de campamentos, programador de páginas web, fotógrafo, dependiente en un sex-shop. «No sabes ni lo que quieres», le decía él siempre.

Pero esto no es el resumen de esta historia porque nada de lo anterior aparece en este libro. Y tampoco es la historia del autor porque, si le preguntásemos, diría que ni siquiera es lo más importante.

Pero, sin duda, todo esto sí forma parte del inicio de ambas historias.

Febrero es la primera novela de Sergio Martínez, su personal visión de los fracasos en nuestro camino a la madurez, la inevitable convivencia con los fantasmas del pasado y sobre la fina línea que separa el saber perdonar del querer olvidar. Una historia optimista en la que, como pasa siempre, casi todo sale mal.