Los thrillers políticos de Joel C. Rosenberg, incluyendo las secuelas de "La Última Jihad", se caracterizan por su acción trepidante y su contexto internacional relevante, aunque adolecen de personajes poco desarrollados y diálogos forzados.
En sus novelas, Jon Bennett, el enviado presidencial, y Erin McCoy, su guardaespaldas e interés amoroso, luchan por mediar en la paz en Oriente Medio, solo para enfrentarse a atentados terroristas que provocan caos y violencia. El descubrimiento de una enorme reserva de petróleo en el Mediterráneo, que podría traer paz y prosperidad a israelíes y palestinos, se convierte en el eje central de la trama. Sin embargo, estos esfuerzos son saboteados por ataques terroristas y conflictos internos, llevando a una situación de guerra civil y amenazas de destrucción global.
Rosenberg sitúa sus historias en un futuro cercano, integrando eventos contemporáneos como la invasión de Irak y el nombramiento de Mahmoud Abbas. Esta mezcla de hechos reales y ficción futura, aunque pretende dar relevancia, puede resultar poco creíble para algunos lectores. A pesar de su conocimiento detallado de la política internacional y el terrorismo, el autor lucha por mantener la credibilidad y la coherencia narrativa.
La narrativa ágil y el ritmo vertiginoso de Rosenberg logran mantener el interés del lector, especialmente en las escenas de acción dramáticas. Sin embargo, la falta de profundidad en los personajes y los diálogos torpes debilitan la historia. A pesar de estas críticas, sus novelas encuentran una audiencia entre los aficionados de autores como Robert Ludlum y Tom Clancy, gracias a los giros argumentales sorprendentes y la relevancia de sus tramas políticas.
En resumen, las novelas de Rosenberg son recomendables para quienes disfrutan de thrillers políticos llenos de acción y contexto internacional, aunque aquellos que buscan personajes más profundos y una prosa más pulida pueden sentirse decepcionados.