En Uganda, Açaí se verá obligado a cometer, con infinita ternura, una perturbadora atrocidad. El autor, que escribió los versos de este libro ampollándose los pies en la sabana, desnuda tribus y costumbres con el aire oriental que lo caracteriza.

Ya en China, se dirigió muchas veces a beber con las estatuas de los poetas Li Po y Du Fu (también borrachos) en el parque de Xi´An. Allí lloró, durmió y logró milagros nunca vistos en la literatura. Aún sin entender el español, numerosos chinos se quedaban mirando, por encima de sus hombros, las palabras al rojo vivo.

Mientras tanto, América del Sur continúa sin emanciparse: al presente, sólo ha conseguido cambiar reyes europeos por tiranos criollos. Es aquí que, de regreso, comete su fantástica venganza – con el ingenio del novelista y con el exceso del oriente.