Escalera Celestial
desde Dr. Tomás Duraj
Lo que es, es.
Un prisionero despierta en una celda de cristal. Es observado por las deidades, pero no intervienen. El sufrimiento físico, un baile neuroquímico de receptores del dolor, es un detalle incidental. La noche blanca se extiende por todo su horizonte. «Ha nevado en la Luna: ¿o es ceniza?». Una lágrima difumina la tinta de su nuevo libro favorito. No puede entender las palabras, pero la historia ya está escrita.
Y lo que debe ser, debe ser.
Mientras prepara su fuga, los cofrades se reúnen para decidir el futuro de la raza humana. La hipocresía salpica la tribuna, pero no se detienen: están convencidos de que, más tarde, será demasiado tarde. Obedecen a una fe enraizada que juraron olvidar; aun así, es la mano ciega que los guía. El patriarca, una estatua de mármol congelada en balance perpetuo, contempla la escena con una sonrisa de sarcasmo; está muerto, por supuesto. Su sueño palpita en corazones ingenuos. Más allá, la calculadora runrunea en un baño de nitrógeno líquido: sus engranajes simulan las nuevas combinaciones del código de la vida. Y, al otro lado de la interfaz, bailan caracteres imparciales: «quizás, quizás, quizás».
Largo es el camino.
Los protectores de las estrellas han ahogado su inocencia bajo las turbias aguas de la duplicidad moral, persiguiendo un propósito más elevado. Cada vez que un engaño idealista asoma entre la emergencia neuronal, desuellan su cuello y beben su sangre. Lloran la pérdida y sienten el dolor, pero debe hacerse. Ninguno de los miembros afines al movimiento realista lleva reloj: solamente respetan el compás del temporizador. Para ellos, el tiempo no avanza, sino que retrocede: el embrión es un amasijo celular deforme y enfermizo que requiere salvación jerárquica. Cohesión, sumisión, simetría. La vida es entropía inversa: el orden es la última solución.
Y valiente —¡cuán valiente!— el viajero.
«Pero a ti realmente no te importa la música, ¿a qué no?». La narradora universal, ensimismada en las altas cumbres de su mitología, recibió al viajero al pie de la Escalera Celestial. «Ven, vamos a contar los escalones juntos», dijo, ofreciendo su delicada (pero fría) mano. Su amado no estaba realmente allí, pero no tenía elección. En la nieve, pasos circulares, hundidos en tierra pantanosa, amagos de bifurcación cuántica, pero, al final, encadenados por un destino macroscópico ineludible. «Esperaré», susurró. «No tengo prisa».
Categoría: Ciencia Ficción, Ficción literaria
desde 3. Agosto 2024